En la Roma papal de 1809, el marqués Onofrio del Grillo, noble romano de la corte del Papa Pío VII, pasa sus días en la ociosidad más completa, asistiendo a tabernas y posadas, cultivando clandestinos amoríos con plebeyas y tomando una actitud de rebeldía frente a los ojos de su madre y sus parientes conservadores. Su principal afición se compone de innumerables chistes y burlas